Lautaro, 09 de junio de 2025 Señor Director: Por: Laura Isidora Jaramillo Chaparro Me dirijo a usted para comentar una situación que, aunqu...
Lautaro, 09 de junio de 2025
Señor Director:
Por: Laura Isidora Jaramillo Chaparro
Me dirijo a usted para comentar una situación que, aunque no es nueva, sigue vigente y ha marcado la historia de muchos países a lo largo del tiempo, incluido el nuestro: la migración. En particular, quiero referirme a la actual situación en Estados Unidos y a los decretos recientemente anunciados por el presidente que asumió su cargo este año 2025, Donald Trump y sus campañas anti imigración.
No podemos negar que, cuando uno ve su país sumido en la delincuencia y la muerte, es inevitable pensar que tal vez alguno de los responsables sea una persona extranjera. Sin embargo, desde la comodidad de sus hogares, muchos juzgan, encasillando a todos los migrantes por las acciones de unos cuantos. Esto es profundamente injusto para quienes se han visto obligados a abandonar su país, su ciudad, su familia y su hogar, con la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida y que al final solo se encuentre con rechazo.
Estados Unidos es uno de esos países que muchos ven como “el país de las oportunidades”, el tan citado “sueño americano” al que millones migran con la esperanza de tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, hoy en día ese sueño se ha transformado en una ilusión. Cada día, miles de personas son deportadas y tratadas como si fueran delincuentes, o incluso como si fueran animales, sin motivo alguno, solo por su nacionalidad y sus nuevos comienzos. Esta deshumanización no es algo reciente. Ya en otros tiempos se aplicaba el mismo trato injusto y cruel, incluso hacia ciudadanos de su propia nación.
Todo esto se refleja claramente en el libro Las uvas de la ira, de John Steinbeck, donde se muestra la migración del campo a la ciudad dentro de un mismo país. La realidad es que, a pesar de compartir nacionalidad, los migrantes son igualmente rechazados y tratados con desprecio, lo que hace pensar que, al final, no importa de dónde vengas: la discriminación y la injusticia viene incluso de tus propios “pares”.
En esta novela, Steinbeck retrata a una familia que emprende un viaje en busca de una “tierra prometida”, un lugar donde puedan comenzar de nuevo, ya que su hogar se ha vuelto hostil donde ya no se puede surgir. Durante el camino, se cruzan con otras personas, entre ellas un hombre que se devuelve desde esas tierras “prometidas” y les advierte que ese lugar nunca existió. Sólo hay explotación, miseria y un trato inhumano. Esta situación, lamentablemente, no es exclusiva de esa época ni de ese país. Aún hoy se repite en distintas partes del mundo, incluso en Chile. Basta recordar la migración interna durante la época del salitre, entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, cuando muchas personas del campo se desplazaban en busca de mejores condiciones de vida, motivadas por la necesidad.
Por todo lo anterior, me gustaría invitar a quien lea esta carta a reflexionar. Tal vez usted nunca ha tenido que dejar su hogar porque su entorno ya no le permite surgir. Quizás nunca ha sentido el miedo de empezar de nuevo en un lugar desconocido, sin saber si será bien recibido. Pero si alguna vez lo viviera, o si se atreviera a imaginarlo con honestidad, entendería que migrar no es una decisión fácil. Pensarlo me provoca escalofríos, ¿cómo no sentir angustia al abandonar todo lo que uno conoce, solo por la esperanza de encontrar estabilidad, paz y un mejor futuro? Migrar es, muchas veces, la única opción que queda cuando tu tierra ya no te ofrece ninguna oportunidad más que marcharte.
Atentamente,
Laura Isidora Jaramillo Chaparro
Lautarina, Chilena
Estudiante de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación
Universidad Católica de Temuco